Este post se ha leido 1960 veces!
Estamos cansados de escuchar que debemos incluir la vitamina C como parte de una dieta sana y equilibrada, pues resulta que esta vitamina es también muy aconsejable incluirla en tu rutina para el cuidado de la piel.
Como el cuerpo humano no está diseñado para producir su propia vitamina C, se la debemos ofrecer a través de la nutrición o por vía tópica. El uso diario de un producto con vitamina C equilibrada y estabilizada puede ayudar que la piel sea capaz de sacarle todo el partido y se vea más sana y luminosa.
Como siempre os cuento, a medida que vamos cumpliendo años todos los procesos de la piel se ralentizan. Uno de esos procesos es el almacenamiento de la vitamina C, por ello es muy aconsejable utilizar un tratamiento que, a medida que vaya pasando el tiempo, haga mayor hincapié en este hecho.
Estoy segura de que alguno de los productos de belleza de tu neceser contiene vitamina C, ya que junto con el ácido hialurónico y el retinol son, actualmente, los activos más utilizados en las rutinas de belleza faciales.
Entonces tenemos: ácido hialurónico que ayuda a fijar el agua a la superficie de la piel y evita que se escape. El retinol que mejora la función barrera de la piel, reduce las arrugas, hidrata la piel y la deja más lisa y homogénea.
Y la vitamina C, que es de la vamos a hablar hoy: su acción antioxidante neutraliza los radicales libres que causan estrés oxidativo y provocan el envejecimiento prematuro. También reduce la pigmentación de la piel al inhibir la producción de la melanina, causante de las manchitas. Asimismo, aporta luminosidad y es perfecta para reducir arrugas, finas líneas y recuperar firmeza, ya que es una vitamina esencial para la producción de nuevo colágeno y elastina haciendo que la piel se vea más tersa y jugosa
Ya ha quedado claro, la vitamina C es el ingrediente perfecto para ser introducido en tu rutina facial a medida que vas cumpliendo años pues ofrece numerosos beneficios en un único producto. En el mercado de la cosmética puedes encontrar productos con múltiples versiones de esta vitamina; desde la vitamina C pura, que aparece en el listado de ingredientes como ascorbic acid, hasta en sus derivados como, por ejemplo, los glucósidos de vitamina C, los etilados o los fosfatos de vitamina C.
Cada una de esas versiones funcionan de diferente forma: la vitamina C pura se absorbe en la piel y comienza a trabajar inmediatamente después del contacto. En cambio, sus derivados se activan una vez son absorbidos por las capas superiores de la piel y, con el uso continuado, ayudarán a intensificar esos procesos de almacenamiento de la vitamina C de los que hablaba al principio.
¿Y qué es mejor la vitamina C pura o sus derivados?
En realidad, la vitamina C pura es la más eficaz a todos los efectos, pero también tiene muchos contras. El ácido ascórbico es muy inestable, o sea, que se oxida con mucha facilidad cuando entra en contacto con el aire o con la luz. Y si se oxida, la vitamina C pierde su acción antioxidante. Aunque es un activo muy eficaz, se debe acudir a él cuando nos garanticen que su estabilidad está asegurada, por ejemplo, en formato ampollas monodosis. Al ser un formato de un solo uso, no dará margen a que la fórmula pierda su estabilidad.
Por lo tanto, la opción pura es perfecta cuando queremos un resultado flash en momentos concretos, pero si hablamos de una rutina diaria es más aconsejable decantarse por tónicos, serums o cremas formuladas con derivados que son mucho más estables y que reducen sus posibles efectos adversos.
Además, la vitamina C pura, no se suele llevar bien al combinarse con otros cosméticos de nuestra rutina, como podría ser el retinol o los ácidos exfoliantes; irritando o sobre exfoliando la piel.
Así que ambas opciones son viables, lo único que debemos tener en cuenta es cuándo las vamos a introducir en nuestras rutinas.
Podemos utilizar los derivados de la vitamina C: si buscamos incluir un activo en nuestra rutina de belleza diaria que aporte esas propiedades de luminosidad, firmeza y unificación del tono de la piel y que, además, combine bien con el resto de la rutina de belleza sin preocuparnos de posibles efectos adversos.
Y utilizar la vitamina C pura en monodosis: si buscamos un resultado puntual que aporte a nuestra piel un chute de belleza porque tenemos una boda, un evento o simplemente, porque notamos la piel apagada. Pudiendo después realizar su continuidad en la rutina con cosméticos que incluyan derivados que son más estables y menos proclives a posibles efectos secundarios.
Existen muchas firmas en el mercado que formulan sus productos con vitamina C o sus derivados. Yo he probado muchos de ellos y a lo largo del post los encontraréis. Pinchando en las imágenes podréis ir al producto para que tengáis toda la información.
¿Cuáles me han gustado más? Pues los productos de Skin Generics y Kiehl’s por su relación calidad precio.
Para realizar este post, he confirmado conocimientos y he introducido nueva información gracias al informe de Daniel Jiménez, cosmetólogo y director técnico de Skin Generics y CEO de BeLab Services.
Espero que después de leerme ya tengas más claro qué hace la vitamina C en nuestra piel y cómo utilizarla. ¿Y tú? ¿Ya has incluido la vitamina C en tu rutina de belleza? 😊
Nos vemos en el próximo post.