Si la vida te da limones…

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Este dicho o frase popular lleva unos días rondándome la cabeza. Ya os he informado por aquí sobre nuestra mudanza. Hemos desmantelado una vida en Madrid, metido en cajas y mudado a nuestro pueblo costero, Benidorm. Para hacer ese gran cambio teníamos una razón en la que habíamos puesto mucha ilusión. Una razón que de la noche a la mañana se ha esfumado. No voy a aburriros con los detalles de todo el proceso, pues ello provocaría mi ira de nuevo y vivo mejor sin ella.

Así que aquí estamos, en un pueblo precioso, con una casa maravillosa y ya casi sin cajas por colocar. Menuda paliza nos hemos dado. Ahora lo que nos toca es disfrutar de lo que tenemos, más que nunca si cabe, y pensar en un nuevo objetivo de futuro. No es la primera vez y seguro que no será la última. Maridin siempre me dice que todo ocurre por una razón 😊 La descubriremos.

Si os lo comento es únicamente para que veáis que la vida tiene altos y bajos, y todo dependerá de cómo gestiones esos bajos. Hace mucho tiempo decidí ser feliz y aunque reconozco que esta vez, en concreto, ha dolido mucho, pienso hacer limonada y seguir adelante.

Siguiendo adelante… Una de las consecuencias de venir a vivir a la costa que se me había olvidado por completo, es como le afecta el frío húmedo a la piel de mis manos. Hemos tenido un diciembre y parte de enero muy benignos. Sol y más bien calor todo el tiempo pero hace unos días se nubló y comenzó el frío. Porque aquí aunque te abrigues hace frío, no como en Madrid que si te abrigas notas el calorcito 😉

Bueno, al grano que me estoy liando. Esta combinación de frío húmedo, la cal del agua (por fin soy consciente de la cantidad de cal que tiene esta agua) y el polvo de las cajas de la mudanza ha afectado a la piel de mis manos. Cuando me vi así, me vino un flashazo y recordé que esto ya me ocurría cuando era joven, solo que entonces lo achaqué a manipular periódicos. Creía que la tinta me resecaba las manos pero debía ser una combinación de varias cosas.

En resumen, mis manos se pusieron horribles: resecas todo el tiempo, algunas grietas y comienzo de sabañones. Cada vez que volvía a mojarlas se ponían peor. Un desastre vamos.

Así que me puse a buscar qué cremas de manos tenía por casa. Encontré varias y comencé a utilizarlas. Una de la marca Skin Generics: no arreglaba nada. Otra de Avène: nada. Una llamada Herwe Cura, que se supone utilizan los mecánicos para protegerse las manos. No me preguntéis de dónde ha salido, pero tampoco hacía nada. Compré una de Neutrogena, no era una farmacia así que no tenían la que me gusta y pensé que daría lo mismo. La que compré es específica para manos y uñas. Tampoco notaba la diferencia. Nada.

Me rendí y fui a una farmacia a buscar mi crema de manos favorita, la crema de manos concentrada de Neutrogena.

Desde siempre, esta es la única crema que hace que mis manos vuelvan a la normalidad. Tiene un aroma muy rico y su textura es muy densa, pero se puede trabajar bien. Se absorbe estupendamente y no deja las manos grasientas. Hay que utilizarla de tratamiento y poco a poco va cambiando la textura de la piel.

Como he dicho al principio, la vida se compone de subidas y bajadas. Y dependiendo de cómo te tomes esas bajadas tu vida será más o menos agradable. Tomando mis manos como ejemplo tonto: podría haber seguido utilizando cabezonamente las cremas que ya tenía en casa para terminarlas. Ello me haría estar enfadada o indignada pensado: ¿cómo se pueden vender productos que no funcionan? 😊 En vez de eso, le puse solución y ahora estoy mucho más a gusto. No estoy enfadada o indignada y puedo dedicarme a otras cosas.

Elije tus guerras, haz limonada y decide ser feliz.

Menudo post filosófico me ha salido 😀 Os espero en el siguiente. ¡Ah! Y si has utilizado esta crema de manos de Neutrogena, cuenta, cuenta.

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